Residuos de pesticidas en la comida

Muchos alimentos pueden estar contaminados, por ejemplo, con residuos de pesticidas utilizados en la agricultura convencional. Uno de los problemas principales es el escaso seguimiento que se hace de la presencia de estos contaminantes.

Pesticidas
Los análisis de la Unión Europea que se realizaron en el año 2006 detectaron estos residuos en más del 46% de las muestras analizadas, en la mayoría de los casos sin superar los límites "legales". En cualquier caso hay estudios científicos que han registrado efectos sanitarios derivados de una exposición por debajo de ésos niveles "legales".

Otro estudio de la Agencia de Salud Pública de Barcelona, constató que en 1998-2003 había pesticidas no halogenados de los que se buscaban en el 28% de las frutas analizadas, un 20% de los cereales y derivados, un 7% de las hortalizas y un 28% de las frutas. También había residuos de pesticidas halogenados persistentes en otros productos. Sin embargo, por el diseño del estudio, se buscaban básicamente pesticidas halogenados y organofosforados, siendo hoy en día muchas veces otros los más frecuentemente usados. Entre las sustancias detectadas había algunas preocupantes: malathion, procimidona, dimetoato, fenitrothion, diazinon, imazalil, fenvalerato, folpet...

Los pesticidas han sido asociados, en diferentes situaciones de exposición a los mismos (agricultores, fumigadores, personas que viven en zonas fumigadas, personas que los tienen en sus cuerpos...) a los más diversos problemas de salud como podemos constatar en bases de datos como la americana de The Collaborative on Health and the Environment: arritmias, dermatitis de contacto, neuropatía periférica, infertilidad masculina, leucemias de adulto, anemia aplástica, asma, cáncer de huesos, cáncer cerebral infantil, leucemia infantil, daños cognitivos (aprendizaje deficiente, problemas de memoria, déficit de atención...), mala coordinación, fetotoxicidad, malformaciones genitourinarias en varones y mujeres, alteraciones hormonales, caída de la inmunidad, bajo peso al nacer, linfoma no Hodking, desórdenes menstruales, mieloma múltiple, pre-leucemia, cáncer de páncreas, Parkinson, fotosensibilidad, porfiria tóxica, cáncer de próstata, problemas psiquiátricos, infertilidad femenina, cáncer de riñón, mareos, cáncer de piel (no melanoma), cáncer de testículos... e incluso: hepatitis, déficit de atención e hiperactividad, enfermedad de Lou Gehrig, Alzheimer, angiosarcoma hepático, autoinmunidad, problemas de conducta, cáncer de vejiga, tumor cerebral, cáncer de mama, bronquitis, malformaciones cardiacas congénitas, cáncer cervical, síndrome de fatiga crónica, cirrosis, malformaciones congénitas en general, cáncer de colon, problemas de visión, menopausia temprana, cáncer de esófago, síndrome de la Guerra del Golfo, linfoma de Hodking, cáncer de laringe, cáncer de pulmón, melanoma, Sensibilidad Química Múltiple, esclerosis múltiple, cáncer nasofaringeo, defectos del tubo neural, labio leporino, cáncer de ovario, neumonía, retinoblastoma, artritis reumatoide, malformaciones esqueléticas, sarcoma de los tejidos blandos, cáncer de estómago, cáncer de testículos, trombocitopenia, cáncer de tiroides, vasculitis o tumor de Wilm.

Uno de los aspectos de mayor preocupación en relación a la exposición a pesticidas es el que tiene que ver con la infancia. Los niños acumulan más residuos de pesticidas y son más sensibles a sus efectos. Diversas investigaciones asocian la exposición a pesticidas como los organofosforados, ya durante el embarazo, con posteriores problemas en el desarrollo mental después de nacer.

La exposición de los niños a los pesticidas también ha sido ligada a desarreglos en la conducta, desarrollo motor, memoria, etc. en los infantes.

Muy interesante es, por no extendernos, un estudio publicado en la revista oficial de la Asociación Americana de Pediatría que asociaba la presencia de residuos de pesticidas organofosforados en los cuerpos infantiles, a niveles "bajos" con un notable mayor riesgo de padecer el trastorno de déficit de atención e hiperactividad.

Así mismo, podríamos seguir citando estudios que asocian la presencia de residuos de pesticidas en nuestros cuerpos con otras enfermedades. Por ejemplo, con el cáncer de mama. Entre ellos el realizado por la Universidad de Granada, publicado en la revista Cancer Causes and Control que asociaba la presencia de 16 pesticidas en el tejido mamario con un mayor riesgo de padecer el tumor.

Uno de los problemas más frecuentemente citados es el de la alteración hormonal.

Muchos de los pesticidas que en este momento figuran entre los más usados de la Unión Europea y, por ende, de los que cabe esperar que más frecuentemente como residuos en las frutas y verduras, podrían alterar las hormonas masculinas, tal y como muestra , por ejemplo, una investigación realizada por el Centro de Toxicología de la Universidad de Londres, con ayuda de la Comisión Europea.

En el estudio se pasaba revista a algunos de los pesticidas más utilizados en estos momentos en Europa, como el fenithrotion, dimethomorph , el fludioxonil, el fenhexamid, el imazalil, el linuron, el ortho-phenylphenol, el tebuconazole o el pirimiphos-methyl...


Las soluciones


Para evitar o al menos minimizar en la medida de lo posible la llegada de contaminantes a nuestros cuerpos a través de la alimentación podemos acometer una serie de medidas.

Un consejo general es procurar alimentarnos de alimentos lo más naturales y menos procesados posibles. De ese modo, conseguiremos reducir la cantidad de hormonas, aditivos, residuos de pesticidas, materias primeras procedentes de manipulación genética, etc. que puedan alcanzarnos.

Es importante priorizar los alimentos frescos y de temporada y tener cautela con los excesos de carne y grasas animales. Muchos tóxicos, en especial algunos persistentes, se acumulan especialmente en las grasas. Además, la concentración de ésa clase de contaminantes suele ser mayor a medida que se asciende por la cadena alimentaria, de modo que es menor en los vegetales.

Existe también el riesgo de que en la alimentación de algunos animales de granja se hayan aportado hormonas o antibióticos que pueden quedar como residuos en la carne. Una opción para reducir estos riesgos es optar por comprar carne, huevos, leche, u otros productos de origen animal con certificación ecológica. Otra es reducir la ingesta de productos de origen animal, con especial vigilancia de los más grasos.

Comer mucha fruta y verdura, especialmente las de producción ecológica certificada, garantiza una menor ingestión de tóxicos. Además, provee de antioxidantes que pueden ayudar a contrarrestar algunos efectos causados por los tóxicos, y son más nutritivos.

En cuanto al pescado, ante amenazas como la excesiva presencia de mercurio en algunas especies, algunas instituciones como la Universidad Rovira y Virgili y la Universidad de Barcelona, han diseñado instrumentos, como el programa Ribepeix que pueden permitir establecer qué cantidad de cada especie podemos ingerir en un periodo, en función de nuestras características personales, para no superar unos niveles de tóxicos determinados.

En cuanto al problema que pueden representar algunos utensilios de cocina , envases, envoltorios, etc. puede evitarse en alguna medida usando, por ejemplo, recipientes de hierro colado, acero inoxidable, con revestimiento cerámico... Y usando recipientes como los de cristal.

Es importante no calentar alimentos dentro de envoltorios que, como algunos plásticos, pueden liberar sustancias problemáticas.


Menaje de cocina


  1. Aluminio: Es barato y ligero, pero al entrar en contacto con alimentos ácidos, desprende sales. Lo más seguro es usar aluminio fundido anodizado, aunque si se raya hay que sustituirlo.

  2. Acero inoxidable: Uno de los más seguros. Es una aleación que contiene níquel y, a veces, cromo (se llama acero tipo 316). El que contiene titanio (el acero Ti316) es menos poroso y más resistente. No es un buen conductor del calor, así que hay que vigilar que la comida no se pegue. Es mejor utilizarlo para la cocción.

  3. Hierro: Es seguro, pero pesado, y tarda en calentarse. Lo importante es asegurarse de que no tenga óxido que pudiera contaminar los alimentos (para evitarlo hay que lavar a mano, secar rápidamente y cubrir la superficie con una capa de aceite). Alternativa: el menaje de hierro colado, cuyo esmaltado evita la oxidación.

  4. Barro: Ideal para la cocina lenta (guisos o legumbres) y uno de los materiales más seguros. Las cazuelas de barro son de arcilla recubierta con un esmalte (que no debería contener ni plomo ni cadmio) para evitar la porosidad. Las ollas no esmaltadas se pueden impermeabilizar en casa empapándolas de aceite y horneándolas.

  5. Teflón: Nombre comercial del politetrafluoretileno. Es el material antiadherente más extendido. Es inalterable a menos de 260º C, pero el ácido que se usa para fijarlo a las sartenes, el PFOA, sí podría migrar a los alimentos. Hay estudios que lo relacionan con varios trastornos.

  6. Silicona: Barato y versátil, no reacciona al entrar en contacto con los alimentos, a excepción de los ácidos. Como su uso es reciente, no hay muchos estudios sobre su seguridad. Se recomienda optar por la silicona platino y asegurarse de que los tintes utilizados para colorearla no contengan componentes tóxicos.

  7. Vidrio: Los científicos lo consideran uno de los más seguros ya que no reacciona en contacto con los alimentos. El más utilizado es el borosilicato (se mezcla con boro, sílice, sodio y calcio) y, recientemente, el vitrocerámico (vidrio y cristales cerámicos), que además es más resistente a los cambios bruscos de temperatura.

Fuente: hogarsintoxicos.org


Más sobre salud